No es necesario repetir aquí todo lo que sabemos de sobra respecto a la grandeza y virtudes del núcleo familiar.
Prefiero acentuar el hecho de que hoy la familia se encuentra en una tensión muy propia de nuestra época, tensión entre dos polos que no podemos desconocer.
Por una parte está la variedad de formas familiares y sus respectivos desafíos: familias con papá y mamá casados “por las dos leyes”, no casados, familias con sólo papá o sólo mamá, familias dispersas por motivos de trabajo y otras causas, etc
Por otra parte, está la aspiración legítima y justa de mantener en la familia su solidez, su solidaridad, ser el lugar de afectos y refugio, un lugar en que se recibe la primera iniciación a la vida social.
El esfuerzo importante de este momento es mantener la vista puesta en el segundo polo señalado, es decir en la búsqueda de una vida familiar positiva, alegre, estimulante, educadora, y sin olvidar el primer polo, es decir que el caminar de la familia debe contar con esa variedad de circunstancias producidas por la complejidad de nuestra sociedad y cultura actual.
Nada se saca con mantener la nostalgia por la familia que fue antes de nuestro tiempo. La realidad desnuda es ésta. Pero ello no puede significar echar por la borda los valores centrales que, a partir del hogar, ayudan a crear vidas verdaderamente humanas y bellas.
Se podrían dar muchos ejemplos. Demos uno de ellos: la familia en que los padres no están y los abuelos deben reemplazarlos. La imaginación y el cariño de esos abuelos deberán reinventar una familia unida y feliz. Gran desafío y bella tarea.
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