Hay una corriente muy propia de
nuestro tiempo que tiene una particular inclinación por todo lo que es tétrico
y oscuro, a lo que es signo de muerte y descomposición.
Esta
corriente ha encontrado una expresión muy significativa en la fiesta de
Hallowen. En ella se manifiestan esos sentimientos morbosos por la parte
tenebrosa de la realidad, sentimientos que se ven estimulados por un gran
esfuerzo comercial que ofrece máscaras, trajes, música y muchos elementos más a
los consumidores.
Con
razón ha surgido en varios lugares una reacción a esta moda. Es una reacción
que busca exaltar lo luminoso y positivo de la vida, que se concreta en esta
fecha en lo que llaman la fiesta de la
Luz.
Por
supuesto que la fe cristiana se inclina por esta segunda opción, porque para
ella lo más básico de su mensaje brota de la Resurrección de
Jesús. Es verdad que el Cristo murió y su muerte fue redentora. Pero aun esa
muerte aceptada generosamente por amor, llevó a una Vida que impregna
interiormente la existencia del cristiano y lo hace promover toda manifestación
vital: el cuidado del planeta, el crecimiento de los seres vivos, la defensa de
la maternidad, el deporte, la salud, la alegría compartida, la lucha contra la
pobreza, etc
Jesús
anunció la llegada del Reino de la
Vida y los cristianos procuran, en su modesta medida, hacer
permanente este anuncio que tiende a lograr un mundo mejor y más humano.
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